Tita

Inspiración visual 92
Los niños jugaban descalzos sobre la arena mojada.
 ¡Mira qué blanquita y redondita! Esta piedra es muy bonita.
No seas tonta. No es una piedra. Es un trozo de concha. Aún se le notan las marcas. No ves que pesa menos. La mía sí que lo es. Tan redonda que parece una canica.
Qué bruto eres. Lo ves. Ya la has hecho llorar. No ves que no las distingue. Y además, qué más da. El caso es tenerla entretenida, mientras los abuelos juegan al tute bajo la sombrilla y la tita Merche nos prepara la merienda.
No le hagas caso Martita. Pablito no las ve bien. ¿A ver cuántas tienes? ¡Qué bien! Son muchas. Trae que te las guardo.
Ésta no. 
Bien. Guárdala tú. Entiendo que no quieras que se mezcle con las otras.
Vamos a buscar las gafas de buceo para mirar los peces bajo el agua.
Los tres niños regresan alegres, olvidando el incidente.
No os alejéis mucho. No quiero perderos de vista. Paco, eres el mayor. No me falles.
Tita, no te preocupes. No iremos muy lejos.
Ni os adentréis en el agua. Que, aunque por aquí no cubre mucho puede haber alguna corriente que os juegue una mala pasada.
No, tita. Ya verás que no vamos muy lejos.
Os llamaré para merendar. No tardéis. No me impacientéis como siempre. Después podréis volver a jugar.
Pasado un tiempo. Cuando Mercedes estaba a punto de llamarlos. 
Tita. La hemos perdido.
Decían los dos a la vez, entre lágrimas.
 ¿Cómo la habéis podido perder? Gritaba, mientras alertaba al resto, que enfrascados en el juego a penas se daban cuenta de lo que oían.
Vamos. ¿Dónde estibáis los tres?
Cogiéndolos.
 ¡Ay, tita, me aprietas demasiado!
Eso es poco. Porque me contengo.
Contestó a las quejas del más pequeño.
No se os puede dar rienda suelta. No sabéis cuidar de ella.
Se lamentaba, perdiendo fuelle.
 ¡Dios mío! Nos la habrán raptado. Se habrá ahogado. 
Añadía sin poder contener las lágrimas. Cuando oyó una vocecita cantarina que les llamaba.
Tita. Estoy aquí.
La vieron al final de la cala, en un entrante de agua que apenas le cubría los pies.
Los dos niños corrían ya hacia ella.
Miraron sorprendidos, porque les pareció que lo que estaba bajo los pies de la niña era una inmensa ballena.
El abuelo  Julián cogió a la pequeña en brazos.
Mira por donde, Martita ha encontrado un tesoro.
Dijo el abuelo.
Es una ballena gigante. 
Dijeron los dos niños al unísono.
No. No lo es.
Parece el casco de un barco naufrago, enmascarado de algas y otros habitantes marinos. Es extraño que haya llegado hasta aquí.
Igual estaba enterrado y el agua ha ido quitando arena.
Replicó el niño más mayor, queriendo participar con sus argumentos.
 A vosotros os quiero ver. 
Dijo el abuelo. Consciente de la situación.
Que no vuelva a ocurrir. La niña debe estar bajo vuestra supervisión. Que no me entere yo.

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