Los ojos pueden no ver


La niña ciega pintó con sus acuarelas un poblado multicolor al final de un arcoiris.

-¿Dónde lo viste?
Le preguntó la maestra, estupefacta.

-Lo he soñado.

El rojo huele intenso.
El verde es fresco.
El amarillo me hace cosquillitas.
El azul me acaricia.

Y así, iba llenando el aula con colores que penetraban por las ventanas.

Sus compañeras y compañeros bailaban queriendo coger esas motitas brillantes que parecen juguetear en los rayos de luz que atraviesan las pulidas superficies de cristal.

Aquella tarde, la sesión de pintura se llenó de magia.

Los ojos pueden no ver, pero el alma capta.

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