Las sardinas


-¡Venid a mí, escamadas criaturas!
Decía con su cantarina voz mientras dejaba caer una gota de su pócima sobre el césped del jardín de la mansión abandonada.

Asomaron curiosas, las sardinas.

¿De dónde salían?

De los confines del mundo en que el suelo predomina, y el líquido escasea.

Su intención era buena, pero ellas se quedaron secas.

Habría una merienda austera en la casa del pobre al que ella visitaba a diario, alojado en la del jardinero.

Pan seco y sardinas. Todo un banquete.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Un final (un camino un sueño)

La intuición que nunca le falla

EL AGUA NO MOJA