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Mostrando entradas de abril, 2012

Relato - Literatura fantástica

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Estaba tan dentro de mí que olvidé mi instinto y curiosidad. Aún así, aquella tarde de lluvia, no teniendo posibilidad de salir a merodear por los alrededores de la mansión, decidí seguir explorándola por dentro. En todo este tiempo, no había advertido que una parte del empapelado del pasillo tenía las marcas propias de una puerta disimulada. El tapizado era de color burdeos y tacto aterciopelado. Pasé mis dedos y di con el artilugio que abrió de inmediato el acceso. Estaba oscuro, pero mis ojos suelen adaptarse rápido, y al poco rato advertí que del fondo de un pasillo estrecho subía una escalera en caracol. No me lo pensé dos veces. Ni previne la posibilidad de peligro. Miré a uno y otro lado y, aunque los retratos de los habitantes me miraban inquisitivos, me interné y cerré tras de mí.   Quedé un rato esperando tranquilizarme, pues mi pecho acelerado parecía estar a punto de estallar. La emoción se había puesto en marcha porque, en el instante que se cerraba la

Las sardinas

-¡Venid a mí, escamadas criaturas! Decía con su cantarina voz mientras dejaba caer una gota de su pócima sobre el césped del jardín de la mansión abandonada. Asomaron curiosas, las sardinas. ¿De dónde salían? De los confines del mundo en que el suelo predomina, y el líquido escasea. Su intención era buena, pero ellas se quedaron secas. Habría una merienda austera en la casa del pobre al que ella visitaba a diario, alojado en la del jardinero. Pan seco y sardinas. Todo un banquete.

El elefantito

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El elefantito no sabe, que su llanto vibra en la selva africana, al compas de las ubres humanas que secas no pueden amamantar a sus criaturas. El elefantito no sabe, que el hombre blanco prepotente y adinerado, se divierte a costa de su orfandad. El elefantito no sabe, que un día crecerán sus colmillos, y humanos sin escrúpulos se los arrebatarán.